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Ser tú mismo, esa es tu misión



No sé ustedes pero yo muchas veces me he preguntado cuál es mi misión en este mundo. Qué es lo que se espera de mí. Qué es eso que “tengo que hacer”, como si en encontrar la respuesta estuviera la clave de la felicidad.


He invertido mucho tiempo buscando una respuesta, LA respuesta, pero pensar en torno a esto suele dejarme con una extraña sensación de malestar, que creo está ligada a la absurda creencia de que todo es en vano por no encontrar eso magnifico o grandioso que busco.


Siempre he admirado la gente que tiene talentos artísticos. Me parece, aunque quizás esté lejos de la realidad, que ya tienen resuelta la gran pregunta de ¿cuál es su don? Algunos podrían pensar que nadie está en este mundo sólo para tocar guitarra, cantar o pintar bellos cuadros, pero qué sería de nosotros sin el arte. Sin embargo, hay dos cosas que suelo olvidar cuando envidio a los artistas. Una, es que no necesariamente nacieron artistas, sino que muy probablemente debieron desarrollar su talento a punta de esfuerzo y de tolerancia a la frustración. Dos, que de nada serviría su arte si lo mantuvieran escondido en sus casas, acumulando cuadros detrás del sillón, cantando solos bajo la ducha o guitarreando en la oscuridad de su dormitorio.


Pareciera entonces necesario pensar en nuestros talentos y dones, no sólo como habilidades innatas y valiosas sólo por existir, sino que como regalos preciosos cuyo valor recae precisamente en el esfuerzo que nos significa el descubrirlos, desarrollarlos y también el compartirlos. Por tanto, me parece que la clave de la felicidad no está en encontrar eso único para lo que somos buenos o hemos sido llamados, sino que en descubrir cómo hacemos lo que hacemos. Me gusta pensar que para ser feliz no debo responder la pregunta de CUÁL es mi rol en este mundo sino la de CÓMO tengo que hacer eso que ya hago o soy.


Desde esta óptica, puede que nuestro rol en este mundo no sea otro más que la suma de los roles que ya desempeñamos, aunque no tengan relación con el arte o pasatiempos, sino que con nuestro trabajo o con nuestros roles familiares y sociales.


Quizás, lo que tengo que hacer no es distinto a lo que hago, sino que tengo que hacerlo con una mirada nueva, con una lectura nueva, esforzándome por desarrollar mi talento, pero al mismo tiempo, esforzándome por compartirlo y ponerlo al servicio de los otros. Estamos hechos en relación con otros, nacemos en dependencia de otros y nos desarrollamos en la medida que aprendemos de los otros. Donde más provecho se saca de nuestros dones es cuando los ponemos al servicio de los demás.


Desde esta mirada, es difícil quedar con una sensación amarga, pues no tengo que seguir buscando. La respuesta ya está frente a mí. Este es mi lugar en el mundo, donde estás hoy es donde tienes que estar. Eres lo que tienes que ser, sólo preocúpate de no serlo detrás del sillón o bajo la ducha. Compártele al mundo tu don, tu talento, ¡tu ser!


Te invito esta semana a dejar de buscar algo distinto y simplemente a disfrutar ser quien eres y tener los talentos que tienes. Más aún, te invito a ponerlos al servicio de los demás, en las interacciones sociales más simples y cotidianas, verás que tus dones adquieren un valor totalmente distinto y se vuelven aún más poderosos.


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