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No sé por qué me siento así

Actualizado: 3 sept 2018



Seguramente en más de una oportunidad te has sentido triste o enojado sin saber bien por qué. Como si la emoción se fuera quedando pegada en tu interior, acompañándote a cada lugar que vas, en cada conversación o interacción que tienes con tus amigos, compañeros de trabajo o incluso con desconocidos en situaciones cotidianas y rutinarias.


Con el paso del tiempo, la sensación puede que incluso haya ido disminuyendo, pero pareciera estar a la base de todo lo que haces. Te acompaña, te sigue aunque quieras dejarla y ya ni siquiera recuerdas desde cuándo pareciera ser parte de ti.

Esto es más común de lo que crees y usualmente sucede con aquellas emociones que no nos gusta sentir y que deseamos no formaran parte de nuestro repertorio emocional: el miedo, la tristeza y la rabia, junto a todos sus derivados y versiones mixtas, como la angustia, la culpa, la vergüenza, entre muchas otras.


Pero, ¿Por qué nos sucede?, ¿por qué nos quedamos pegados en estas emociones? y más importante aún, ¿qué podemos hacer para superarlas?


Como plantea Bloch (2008), creadora del método Alba Emoting™, las emociones tienen tres niveles de manifestación: el componente subjetivo (relacionado con el efecto mental), el componente fisiológico (aludiendo a lo que ocurre en nuestro organismo) y el componente expresivo (es decir, lo que sucede a nivel de nuestra mímica facial y disposición postural).


De este modo, cuando tenemos una experiencia emocional, nuestro cuerpo reacciona ante el estímulo modificando su postura, mímica, respiración. Se altera así nuestro ritmo cardiaco e incluso nuestra producción hormonal. Todo esto, es interpretado en cosa de segundos por nuestro cerebro, que lee estas señales corporales y las pasa por un “colador” de conocimientos previos y experiencias, dándoles un sentido que moviliza la acción, generando una respuesta casi automática. Es por ello, que muchas personas aún creen que las emociones son mentales y no físicas (poco ayuda localizarlas en el corazón como si fueran algo abstracto o subjetivo, separándolas de su componente corporal).


Sin embargo, culturalmente nos hemos habituado a controlar nuestras emociones, posponiendo su expresión para cuidar no parecer poco asertivos, impulsivos o desubicados, aunque lamentablemente en este intento terminamos por contener la expresión emocional, retener la respuesta conductual y desatender al componente fisiológico y corporal de nuestras emociones, limitándonos a pensar en ellas, decidiendo cursos de acción que pocas veces responden a la activación interna de nuestro organismo y sus expresiones externas.


En palabras más simples, en el mejor de los casos nos hacemos cargo del componente psicológico (vivencia subjetiva) pero no de lo que ocurre físicamente en nuestro interior y exterior, impidiendo que la emoción se manifieste completamente, en todas sus dimensiones. Y al no permitir esta expresión “completa” de la emoción no la autorizamos a ser liberada, guardándola en nuestro interior, pero ahora de manera inconsciente o imperceptible, como sentimientos, estados de ánimo o sensaciones que no necesariamente se ajustan a la realidad presente (al dejar de estar ligadas al estímulo, persona o situación que las causó y pasar a estar conectadas y sostenidas por las ideas, interpretaciones, “rollos” y experiencias emocionales causadas por otros estímulos, personas o situaciones).


Entonces ¿cómo lo solucionamos?, dando espacio a la expresión de los tres niveles de activación emocional (subjetivo, fisiológico y expresivo), facilitando así que tanto nuestra mente como nuestro cuerpo expresen la emoción y, por lo tanto, la dejen ir de nuestro cuerpo y mente, junto con el estímulo que las causó.


Para ello, me parece clave devolver al cuerpo su rol protagónico en la gestión de nuestras emociones, atendiendo a sus señales y escuchando la información que nos entrega acerca de lo que nos sucede frente a un hecho o persona determinada. Les aseguro que esa información es tanto o más completa que la que nuestra mente procesa a nivel verbal.


En mi próximo post me dedicaré a profundizar un poco más en el rol del cuerpo en las emociones, dando algunos tips de cómo podemos devolverle la atención que merece para que se convierta en nuestro aliado a la hora de vivir tanto las emociones que nos gustan como aquellas que usualmente preferimos evitar, facilitando así un mejor manejo de nuestras tristezas, miedos y rabias en vez de una evasión o negación de estas emociones que todos tenemos y que, menos mal, seguiremos teniendo.


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